Justo al colgar el teléfono decidí escribir hoy. He pensado un poco en las reacciones propias de las féminas con respecto al control total de las situaciones, por no decir represiones. Miro a mi abuela; quien me cuenta que hace más de 50 años ella podía saber que mi abuelo tenía otra mujer y sin embargo, la confortaba mucho saber que era quien llevaba el apellido y el anillo de casada. No, no quiero hablarles de cachos, de celos, ni de nada de eso. Hoy escribo sobre nuestra actitud ante las relaciones.
No quiero ser una CUAIMA BÁSICA.
Querido gremio femenino, desheredenme, no quiero ser una cuaima. Nunca he sentido la necesidad de revisar el teléfono de ninguno de mis novios, razón por la cual creo que tengo una alta probabilidad de alejarme de esos métodos destructivos con los cuales deseamos organizar todo lo que nos rodea. Opino que de cierta manera nos sometemos a un régimen extremadamente inquisitivo que nos lleva a un desgaste físico y mental y no nos permite valorar y disfrutar de todo lo positivo que hay en nuestro noviazgo/matrimonio/arrejunte, peor aún los hace añicos.
Entonces, estoy decidida a no preguntar quien es "esa", a no aprenderme las claves de cuentas personales aunque me las diga, bajar los brazos de la cintura y cambiar el "nada" por la explicación real y ecuánime cuando me pregunte ¿qué te pasa?". Esa mala costumbre de utilizar el chantaje con el único fin de marcar un territorio, de exigir de manera retorcida atenciones que bien podríamos pedir. Deseo más que nada disfrutar domingos de mala televisión nacional y besos en cada semáforo en rojo. Mirarle a los ojos y tener la certeza de que hay confianza como para hablar, discutir puntos de vista y sobretodo pasar la pagina.
No sé por que es tan complicado ser mujer, ni tampoco tengo la respuesta a nuestro intrincado método de orden y respeto. Les aseguro que las más cuaimas y celosas son las peores engañadas. Sin ánimos de alegrarme, lo merecen por locas.
Hoy, definitivamente me cayó el 20 (como diría un mexicano), de que las mujeres perdemos mucho tratando de infundir una confianza y respeto donde ni siquiera hemos sembrado. Preferiría hablar, comunicar mi malestar y obtener una respuesta; no necesariamente la deseada. Sí, eso es lo que deseo para mi vida... ¿Y tú?